Alicia Martín vive y trabaja en Madrid, desde 1991 ha realizado exposiciones individuales en Madrid, París, Milán, Santiago de Compostela, Valencia , Barcelona, Copenhague y Braga, y exposiciones colectivas a partir de 1989.
También ha participado en las ferias de arte: Arco, Artbassel, Turín, Frankfurt y Bolonia así como en encuentros y muestras de arte tanto nacionales como internacionales entre los que cabe destacar los proyectos individuales del último año: “Palíndromo”, proyecto específico para “Prize Goncourt des Lycees” en el Fnac Montparnasse de París (Francia), “Descatalogados”, proyecto específico para “Prize Goncourt des Lycees“, Ville de Rennes (Francia), “Biografías”, intervención en la fachada de Thalia, “Schaurausch” OK Centrum Kulturhauptstadt Europeas en Linz (Austria), “Meteoro”, intervención en el Museo Naval de Cartagena, IV Congreso de la Lengua Española, Cartagena de Indias (Colombia).
“Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo, sólo quedan palabras. Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos”.
(J. L. Borges, “El inmortal”.p.151).
Cada libro es un símbolo cultural y de educación, cuyo contenido se refiere a una disciplina, al idioma en el que está escrito, una editorial, un año de edición… El conjunto de todos ellos es la representación de la mezcla de todos los contenidos que conviven a la vez a través del tiempo, multiplicados, ocupando distintos espacios y en todos los idiomas posibles. Juntos configuran una biblioteca orgánica, cúmulo de información, prolongación de un archivo inabarcable para el hombre, indicios de una memoria comunal que permiten viajar a través el tiempo, una herencia cuyo peso produce amnesia que se acumula y nos acecha. Se desborda y adquiere autonomía propia.
En “La historia de la lectura” Guglielmo Caballo y Roger Chartier establecen una “distinción fundamental entre la huella escrita, sea cual fuere, fijada, duradera, conservadora y sus lecturas, siempre en el orden de lo efímero, de lo plural de la invención”. Esa lectura efímera corresponde a una memoria selectiva sometida a las características del tiempo de cada sociedad.
“La escritura acumula, almacena, resiste al tiempo mediante el establecimiento de un lugar y multiplica su producción por el expansionismo de la reproducción. La lectura no se garantiza contra el desgaste del tiempo ( se olvida y se la olvida ) no conserva la experiencia lograda ( o lo hace mal ) y cada uno de los lugares por donde pasa es una repetición del paraíso perdido”.
Michel de Certeau “L'Invention du quotidien”. Vol 1, Arts de faire, 1980, reedición París, Gallimard, 1990, p251. Cita sacada del anterior libro “La historia de la lectura”.