Pienso que los lugares más interesantes para el desarrollo de la pintura han llegado con verdadera eficacia desde la propia disciplina. Esto, que se ha entendido durante mucho tiempo como una forma de ensimismamiento, hoy se ha vuelto subversivo. Pensar el dibujo, el proceso e incluso la propia historia de la pintura desde sus lógicas es una fuente de riqueza donde todavía poder centrar el interés como artista. Existen formas del pensamiento de la pintura desde la propia disciplina aún inexploradas y en mi caso pienso que la problemática del estudio y los mecanismos que allí se establecen son fundamentales.
La iconografía del arte contemporáneo nos muestra en su relato que en el taller existe una sensación de intemporalidad, que allí rige otra clase de tiempo, mucho más lento, y casi tan largo como el tiempo geológico. Que las obras parecen haberse hecho por sí solas, sin el auxilio del artista, como si él sólo hubiera sido su intermediario.
Sin embargo, este lugar real, que relaciona espacio, tiempo y cuerpo, se expresa en el proceder del artista haciendo presente su trabajo. De tal manera, que sus obras son «corporales» en un doble sentido: en relación a su propia materialidad, en tanto son primeramente cuerpos en un espacio creados desde lo material, y, por otro lado, en relación al cuerpo del artista que los ha creado, sin el cual no podrían siquiera existir.
Los materiales de la visión pasan por el cuerpo del artista en la misma medida en que la luz es la que fabrica la imagen. Así, la imagen pictórica presenta unas formas de relación con el mundo surgidas de una percepción natural propia de la voracidad del artista que solo se desarrollan en este lugar íntimo y particular.
Reivindicar este territorio, esta porción del espacio, real o imaginado, en que se crea la obra es ir en contra de la aceleración, en términos de Paul Virilio, una aceleración que nos emancipa de los lugares, del cuerpo, de nosotros mismos, de los otros e incluso de la democracia…
Y allí la pintura, de nuevo, en lugar de ser una versión expresiva del mundo paralizado que nos rodea, se convierte en una actividad capaz de crear señuelos que activen de nuevo la mirada constante del artista y, si es posible, con su presencia inciten la mirada activa del que desea observar.