Exponer es exponerse. Se muestra el artista y su obra, el galerista que la ha elegido, el crítico que la valora, el comprador… todos ellos van a ser contemplados y de alguna forma, juzgados.
Y con la obra se expone la técnica, pero también la mirada que rescata un aspecto de la realidad por encima de los demás, ese detalle que engancha la atención no se sabe por qué. Se desvela una realidad que no es la misma según quién la observe, porque la mirada la transforma y la recrea.
Pero además, en un círculo perfecto, se expone el propio espectador. Él termina o continúa la obra que observa, él, que a su vez, es observado por el artista
.
Y de este modo nos volvemos todos susceptibles de formar parte de una exposición que nos hace vulnerables y valiosos. Nos convertimos en sujetos y objetos de una mirada especial y única que es de la que nace el arte.