En Vida vegetal (Espacio Marzana, Bilbao, 2019) la tela, el hilo, por una parte era la materia que daba forma y consistencia literal al vestido que la actriz usaba durante las representaciones que se llevaron a cabo en la sala mientras duró la exposición (tanto el diseño del traje como su elaboración formaron parte importante de la muestra), y por otra se transformaba también en la raíz casi transparente que alimentaba el conjunto y lo ponía en marcha.
Ahora el hilo, o el uso específico de éste en un tipo de trabajo, el hilván, da título a este proyecto y conceptualmente lo anima haciendo que todo él gire en torno a la idea de provisionalidad (o fragilidad a la hora de interpretar lo que entendemos como real).
Su título, El hilván, hace entonces alusión directa a lo provisional, aunque aquí, de alguna manera, su significación se amplía. Si el hilván es un hilo fino con el que se cose a puntadas largas, se hilvana, de forma transitoria un trabajo preparándolo para su posterior remate definitivo, en este caso el nombre se elige también por su carga metafórica, pues la intención de la artista será además la de referirnos a una situación en la que todo se encuentra, sin parecerlo y ya sea por su naturaleza o por su función, pendiente de un frágil seguro, pendiente de un hilo.
Las obras que configuran la instalación, 14 en total en donde la imagen se construye a partir de fragmentos de tela de franela unidos mediante un preciso juego de costuras, continúan la línea que de alguna manera ya arrancó en Vida vegetal y conectan con otros trabajos de la autora como los que ya aparecieron formando parte tanto de I am a machine (Bastero, Andoain, 2011) como de La máquina sin sueño (Sanz Enea, Zarautz, 2018).
En el texto del catálogo que acompañó a esta última exposición, Edu López, comentando estos trabajos, escribió: «El hilo, la costura, teje aquí y dibuja al mismo tiempo. Si observamos el conjunto, si lo analizamos, no nos será difícil descubrir la existencia de un implícito hilván que unifica todo el discurso, un hilo que lo cose, como cose, evidenciándose, las partes de esas máquinas exentas, autónomas, ficticiamente independientes. El hilo atrae el tejido, lo encadena, lo fija en una imagen, lo convierte, otra vez, en signo y se evidencia defendiendo, además, una labor específica, doméstica y por mucho tiempo femenina. Cuando el hilo, siendo línea, se complica, se entrama al resto, es cuando el signo se transforma en argumento, en contexto, en conspiración. La máquina regresa entonces aquí, huyendo de otra parte, a través de la costura, haciéndonos entender también que la historia se cose y se descose casi siempre tirando tramposamente de una fina hebra y que acaso pueda no precisar de nadie que la cuente, que la consuma, y que nunca descansa».
La exposición se completa con la proyección de un vídeo-documental realizado por Martín López.
El proyecto El hilván se ha podido llevar a cabo gracias a una Ayuda a la Creación-Producción del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco.