“Sobre los trabajos verticales: el qué, el dónde, el arriba y el abajo”
Según una investigación de la doctora en Neurobiología Margaret Stratford Livingstone, cuando miramos una pintura o una escena de la vida real la vemos simultáneamente de dos formas muy diferentes: una es como una fotocopia en blanco y negro, la otra se acerca más a una imagen a todo color. Comenzando en la retina y continuando por todo el sistema visual, nuestro cerebro mantiene separadas las informaciones que atañen al color (matiz, croma, tono) de una escena, y las que se ocupan de su brillo (luminosidad o valor tonal). De hecho, las áreas del cerebro que procesan el color están a varios centímetros de las que procesan la luminosidad, lo que, en opinión de Livingstone, las hace tan fisiológicamente distintas como la vista y el sonido.
La parte daltónica de nuestro sistema visual, la que percibe las cosas en blanco y negro, se conoce comúnmente como la secuencia "dónde", y es algo que tenemos en común con todos los mamíferos. Usamos información de "dónde" para ubicar cosas en el espacio, navegar por nuestros entornos y rastrear el movimiento. La parte de nuestros sistemas visuales que transporta la información vinculada con el color, la corriente del "qué", es de desarrollo más reciente y se encuentra exclusivamente en el cerebro de los primates que, según Livingstone, cuentan con una subdivisión en el córtex visual primario que se ocupa específicamente de procesar el color. Esta información ha sido bautizada como el flujo del "qué", en tanto que nos ayuda a determinar precisamente qué son los objetos.
Al principio de su carrera, cuando Livingstone estaba tratando de rastrear estos dos flujos de información en el momento en que fluían por el cerebro, se le ocurrió que, atendiendo a la distancia que separaba a ambos, podía ser interesante crear imágenes que enviaran información por un canal y no por el otro. Las imágenes que se le ocurrieron debían tener diferentes colores pero el mismo valor tonal: debían tener, cuando se vieran en blanco y negro, un tono uniforme de gris, casi como si hubieran sido fotocopiadas con poca calidad.
La creación de estas imágenes dio a Livingstone una idea: tal vez lxs artistas, a lo largo de la historia, habían recurrido al “valor homogéneo” con el único objeto de, precisamente, confundir al cerebro. Livingstone viajó al Musée Marmottan en París para medir el valor tonal del sol y del cielo de “Impression, soleil levant”, la obra de Monet en la que un sol anaranjado parece arder e incluso moverse en un cielo gris. Su corazonada resultó ser correcta: el sol y el cielo tenían exactamente el mismo valor, lo que los hacía invisibles para las partes de nuestro cerebro que ubican cosas en el espacio. Cuando miramos esta obra, aunque podemos ver el sol, es difícil percibir su ubicación exacta en el cielo y, por esta causa, parece de algún modo no estar quieto.
Es este enfoque de percepción comprometida, sinestésica, derivada de la observación de aquello que está excesivamente “iluminado por el sol” o profundamente ensombrecido el que, de manera más o menos explícita, ha ocupado mi trabajo desde siempre. En las obras que se presentan en Espacio Marzana la reflexión sobre la dificultad de discernimiento, ya sea formal o conceptual, incluye, además del blanco y negro, el color.